Panamá: El futuro de un país

El 26 de junio de 2016 marca un antes y un después en nuestra historia. Se inaugura el canal ampliado. El 10 de octubre de 2017 es otra fecha trascendente. Panamá pasa por primera vez a un Mundial de Fútbol con un gol fantasma que se convierte en parte de nuestra desmemoria colectiva. Celebramos como solo lo sabe hacer el panameño. En cambio, no es un tema nacional hablar de la caída de ocho puestos en el Índice Mundial de Competitividad 2017-2018 (Del No. 42 al 50) entre 137 países. Allí, sí nos deja en la cancha, Costa Rica, que se convierte en el segundo país más competitivo de la región, después de Chile, a pesar de nuestro Producto Interno Bruto (PIB) nuestra infraestructura, nuestra estabilidad macroeconómica y, por supuesto, faltaba más, nuestro canal ampliado.
¿Por qué quedamos en el terreno? Nuestras instituciones, nuestra salud y educación primaria, nuestra educación superior y las modalidades de capacitación, así como la innovación no tienen el perfil de un país competitivo, mucho menos de uno que lucha por ganar la batalla a la desigualdad y a la pobreza. Nuestros indicadores se asemejan más bien a los de países tercermundistas con un PIB per cápita muy inferior. Parafraseando el documental de Al Gore, hablemos de verdades incomodas, que nos afectan y amenaza, incluso, la propia sostenibilidad del modelo económico y nuestra capacidad de superar la brecha de desigualdad y marginación que nos coloca entre los diez países más desiguales del mundo. Quedamos en la cola del mundo en indicadores como confianza en los políticos (108), desviación de fondos públicos (104) independencia judicial (120), prevalencia del VIH (100), calidad de la educación primaria (102), tasa de matrícula en la educación secundaria (95), calidad del sistema educativo (96) y calidad de la educación en ciencia y matemática (112). ¿Cómo logra Costa RICA dejarnos atrás? ¿Cómo, si sus indicadores son decepcionantes en infraestructura (128), eficiencia de su gasto público (101), peso de la regulación gubernamental (125), calidad de sus carreteras (123), infraestructura, (110), entre otros? La calidad de su educación da la cara por el país. Su educación primaria (33), la tasa de matrícula de secundaria (11),la calidad de su sistema educativo (27) y la enseñanza de matemática y ciencia (52) son sobresalientes. Urge dejar de lado la actitud del avestruz y enfrentar estas situaciones que, al ser correlacionadas con los problemas que aquejan a diario al panameño -inseguridad, criminalidad, entre otros,- nos dan claras respuestas del camino a seguir. La gran lección hasta ahora es que ni la estabilidad macroeconómica, ni la inversión en infraestructura, ni el desarrollo del mercado financiero son suficientes.
El Consejo Nacional de la Empresa Privada (CoNEP) advirtió en 1999, en su “Propuesta del Sector Privado para una Estrategia Nacional de Desarrollo”, que Panamá debía confiar menos en sus ventajas comparativas y construir sobre sus ventajas competitivas. También enfatizó que había que fortalecer la institucionalidad -incluyendo el sistema judicial- y modernizar la gestión pública. Vaticinó que, si no mejoraba el sistema educativo, de ser una debilidad, se podría convertir en “en una amenaza y en un freno al desarrollo del país”.
Hoy es un día trascendente: se lleva a cabo la reunión anual del Centro Nacional de Competitividad (CNC), instancia público-privada, que, desde hace años, trae a la mesa tanto aquellos temas que nos afectan como país y debilitan nuestra competitividad, como nuestras fortalezas. ¿La misión? Construir, juntos, un país de calidad mundial. Esperamos que de este espacio, salgan compromisos de Estado que nos permitan enrumbarnos. No nos equivoquemos: no puede haber desarrollo sin instituciones robustas y sin educación de calidad para todos.
Por Nivia Rossana Castrellón
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