El compromiso ciudadano por la Educación
“Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad”. Diego Luís Córdoba (1907-1964)
"Educar. (Del lat. educāre). 1. tr. Dirigir, encaminar, doctrinar. 2. tr. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.” Estas son las dos primeras definiciones que nos da el diccionario de la Real Academia Española sobre la palabra "educar". Mucho se ha escrito sobre el significado del término. A todos nos concierne la educación, como educadores o como alumnos. Es que la acción de Educar deviene del sentimiento más noble del ser humano: del amor. Y radica su ejercicio original en el amor maternal y paternal cuyo deseo principal frente a sus hijos es convertirlos en seres mejores, que inclusive superen y trasciendan a sus padres y que aprendan a vivir, con el claro objetivo de ser felices.
Es por ello que la educación esencialmente es un proceso de mejora de vida. Educar supone asumir dos grandes desafíos:
1) creer en el perfeccionamiento de aquel a quien se educa; y
2) estar convencido de que la transferencia de conocimientos de quien enseña no es tal si no va acompañada por la elaboración propia de una reflexión de quien la recibe.
Es que precisamente el origen de la palabra deriva de "educere" que significa sacar, llevar, extraer desde dentro hacia fuera, es decir, encauzar las potencialidades existentes en el sujeto, extraer algo que de una u otra forma ya está dentro de él. Y lo que está dentro del sujeto al que se quiere educar es un procesador de información, de conocimientos que recibe. Este es el origen de la fábrica que el educador debe perfeccionar con el aporte de conocimientos y de las mejores prácticas que procesen los mismos para alcanzar un objetivo muy claro que todo educador debe tener presente al mirar a los ojos de sus alumnos: se pretende que él viva mejor. Es por ello que decimos que Educar es un proceso de mejora de vida de aquel a quien se enseña.
Ahora bien, esta pretensión individual o familiar se traslada al Estado y deviene en garantía pública. Históricamente, siempre la educación fue un tema de discusión política. Desde la polis de la antigua Grecia a las elecciones democráticas en la actualidad. ¿Por qué? Porque educar al ciudadano se entendió y se entiende como una responsabilidad estratégica de la comunidad para hacer mejor al individuo y a la sociedad que la integra. Los seres humanos no nacen educados. Justamente por eso, luego de la Declaración de los Derechos del Hombre, gozan del derecho humano a ser educados. Y la obligación de garantizar ese Derecho y de hacerlo realidad está en cabeza indelegable y es responsabilidad ineludible del Estado. ¿Por qué? Porque la educación es la garantía del futuro de un modelo de Nación y es el Estado quien debe certificarla. No es cualquier educación, ni es la educación de sus padres la que basta. Lo que el Estado viene a establecer son ciertos parámetros mínimos y procesos especiales que aseguren los contenidos de aprendizaje necesario para otorgar la certificación correspondiente con el aval público que la valida. Y es esta certificación la que responde el “para qué” de la educación obligatoria de una nación: para otorgar la Licencia de ciudadano o ciudadana a un alumno/a que haya finalizado satisfactoriamente su ciclo educativo obligatorio.
Pues muy bien. Podríamos decir que tenemos el “porqué” de la educación: el derecho humano que le corresponde a todo niño, niña o joven y que constituye garantía de futuro de un modelo de República, y el “para qué”, la obtención de la licencia de ciudadano que la certificación de la educación obligatoria supone. Ahora bien, si aceptamos que los aprendizajes necesarios que implica la educación de un alumno son garantía de su libertad, de un trato igualitario y justo que le permite su desarrollo, debemos comprender que la no educación es muy grave. Un sujeto no educado es esclavo de su ignorancia, se lo discrimina por su carencia, se le coarta posiblidades de desarrollo y sufre un trato injusto y perjudicial. Por eso es necesario que exista no solo una obligación legal sino un compromiso ciudadano por la Educación.
¿Qué significa esto? Cómo vimos la educación nace del amor a nuestros seres queridos. La primera educación que una niña o niño recibe provine de sus padres. Es su responsabilidad la socialización primaria. Pero esto no significa que llegada la etapa escolar los padres se desentiendan de su obligación y tercericen la tarea en la escuela y los docentes. Justamente es lo contrario: su responsabilidad se acrecienta por la relevancia que la educación supone en sus hijos y en sus compatriotas. Nacen dos compromisos cívicos. En primer lugar existe un compromiso de asociación con los Maestros de nuestros hijos para lograr la mejor formación que el derecho de aprender requiere. Y en segundo lugar, existe también un compromiso ciudadano por el respeto a los derechos que como Nación jurídicamente organizado nos hemos asegurado para todos los miembros de la comunidad. Esto no es escindible de nuestra responsabilidad cívica. Que el Estado garantice por ley buena educación para todos no es suficiente. El buen ejercicio cívico demanda respuestas de ese Estado garante. Y allí debe decir presente el buen ciudadano con su reclamo por el logro y el respeto al derecho de aprender de los menores. Ellos serán, precisamente, la garantía de un futuro posible para la comunidad que integramos y no atender este compromiso cívico con la Educación es sinónimo del riesgo país que las agencias calificadoras no miden: la ignorancia y la inequidad consecuente.
- Tweet